LOS ORIGENES
El origen del nombre de Chamarel
Enclavado en la Isla Mauricio, «Chamarel» toma su nombre de las enigmáticas «Tierras de Chamarel». Un rincón único del continente Africano, caracterizado por elevados cerros y colinas, donde dunas de siete colores pintan un paisaje lunar que cautiva la imaginación.
Un mosaico cultural en un pueblo de 3000 almas
En este pintoresco poblado, la diversidad alcanza su máxima expresión, creando un tapiz cultural único. Árabes, indús, chinos, holandeses, italianos, africanos y creoles, conviven en armonía, formando un crisol de tradiciones que se entrelazan en la cotidianidad de este lugar. Cada grupo étnico, con sus costumbres únicas, ha contribuido de manera significativa a la rica y compleja trama de la historia de este país exótico.
Con 3000 almas, cada rincón de este lugar no solo es un espacio físico, sino un testigo silencioso de las historias que han dado forma a esta comunidad diversa. Desde los animados mercadillos donde los colores y aromas se entremezclan, hasta los monumentales templos que son reliquias de épocas pasadas, cada calle cuenta una historia única. Los barrios, con sus callejones sinuosos y plazas bulliciosas, son testigos de las civilizaciones que han dejado su huella en este lugar, creando una conexión tangible
La magia de Chamarel
En el corazón de esta vibrante narrativa cultural, surge «El Art Boutique Hotel Chamarel» en Dénia, Alicante, España. Inspirado por la riqueza cultural de su homónimo, este hotel no solo es un lugar de alojamiento, sino un testimonio vivo de la fusión entre la historia y la modernidad.
Cada rincón del hotel busca reflejar la esencia de esta fusión, creando un ambiente acogedor donde los huéspedes pueden sentirse inmersos en la riqueza de la diversidad. Cada elemento está diseñado para ofrecer un viaje a través del tiempo y celebrar la hospitalidad que caracteriza a este lugar único.
Art Boutique Hotel Chamarel no solo es un lugar para descansar, sino un destino en sí mismo. Te extendemos una cordial invitación a ser parte de esta experiencia única. Estaremos encantados de recibirte y llevarte a un viaje donde la riqueza cultural y la magia de Chamarel se entrelazan para crear recuerdos inolvidables. Bienvenido a un oasis de historia, modernidad y hospitalidad en el corazón de Dénia.
El viaje a la Isla Mauricio que lo inició todo
En una tarde bochornosa de verano en 2002, tras una reunión bulliciosa en la oficina técnica de escenografía e iluminación del Teatro Rialto en el centro de Valencia, me vi apresuradamente abordando un taxi. El taxista aún debe recordar las prisas que le impuse mientras me dirigía al aeropuerto de Manises. Contra todo pronóstico, logré llegar y embarcar en el último minuto en el vuelo a Milán, que, tras 15 horas de vuelo y una breve escala en Zurich, nos llevó a la Isla Mauricio, la más septentrional del continente africano, a bordo de un avión de Air·Italia. Mis compañeras de viaje, Mila y Anaïs, me esperaban, sorprendidas y atónitas.
Al aterrizar en el aeropuerto Sir Seewoosagur Ramgoolam en Plaisence, a 4 km de Maheburg en el sudeste de la isla y a 48 km de la capital Port Louis, comenzó nuestra travesía.
Los colores de Chamarel
Las tierras de Chamarel, ubicadas en la zona sur de la Isla Mauricio, ofrecen una experiencia visual única: estratos de siete colores que confieren a la región una apariencia mágica e irreal. Este rincón del mundo es el hogar de los criollos indígenas, una población multirracial que ha mantenido sus antiguas costumbres y misteriosas tradiciones a lo largo de los siglos.
Diversas etnias coexisten en pequeñas poblaciones, cada una preservando su identidad. Desde los Hindús de tez aceitunada con saris color azafrán y templos blancos hasta la etnia árabe en sus tenderetes, donde el aroma a menta y hierbabuena impregna el aire, y los vendedores ofrecen artilugios extraños y especias exóticas.
Una experiencia multisensorial
Al doblar la esquina, la magia de Chamarel nos transporta a épocas pasadas, donde la historia cobra vida en cada detalle. Nos encontramos con colonos holandeses, sus hijos en brazos, vestidos con elegantes ropas de tela de Tweed color gris, como si hubiesen emergido de un cuadro de época. Su destino es la Black Chapelchurch, una capilla protestante de aspecto imponente con su techo puntiagudo de pizarra, roja carmesí, que se eleva majestuosamente entre las ramas de un inmenso roble centenario.
La atmósfera de la capilla nos envuelve en un silencio reverente mientras observamos a las familias holandesas, con sus ropajes tradicionales, encaminándose hacia la entrada. El crujir de las hojas secas bajo sus pies parece resonar con ecos del pasado, recordándonos una era en la que los navíos aún surcaban los mares a vela.
Explorando el verdadero significado del viaje
Al consultar nuestro diccionario de lengua española en busca del significado de la palabra «viaje», nos encontramos con la siguiente definición: «Viaje es el cambio de ubicación en el espacio de las personas, que se realiza a través de los medios de transporte o sin ellos». Esta definición nos sumerge en la noción de traslados y desplazamientos físicos de una parte a otra del mundo, ya sea por aire, mar o tierra, e incluso por el espacio. Sin embargo, al sumergirnos en la riqueza de una lengua ancestral como el Sánscrito, que tiene más de
6000 años de antigüedad, descubrimos una perspectiva diferente: Viaje = यात्रा (yātrā) f.
Si profundizamos en el significado de esta palabra, nos damos cuenta de que también se refiere a acciones y traslados, pero con un componente crucial que a menudo olvidamos: Yatra. La particularidad aquí es que el espacio que recorre el sujeto que realiza la acción es «interior», no exterior, como lo entendemos comúnmente. Este matiz nos revela que al emprender un viaje por el mundo, en realidad estamos explorando el interior de nosotros mismos.
Descubriendo el viaje como una experiencia interior
Este enfoque nos invita a reflexionar sobre el significado más profundo de nuestras travesías. ¿Cuántas veces hemos centrado nuestra atención únicamente en los destinos externos, sin considerar la riqueza de nuestro propio ser? El viaje, en su esencia, se convierte en una oportunidad para explorar nuestros pensamientos, emociones y descubrir capas, estados desconocidos de nuestro ser interior.
Viajar como una aventura de autorreflexión
La idea de que cada paso dado en el mundo exterior también es un paso hacia nuestro interior, transforma nuestras experiencias de viaje en oportunidades de autorreflexión. Cada encuentro, ya sea con una cultura distinta o un paisaje sorprendente, se convierte en un espejo que refleja aspectos de nosotros mismos que quizás nunca habíamos explorado. Este enfoque no excluye la maravilla de explorar lugares remotos y vivir nuevas aventuras, sino que añade una dimensión más profunda a nuestras experiencias. Al comprender que el viaje interior y exterior están intrínsecamente conectados, podemos enriquecer nuestras travesías globales con una perspectiva más consciente y significativa.
La riqueza de la autorreflexión en cada rincón del mundo
A medida que avanzamos en nuestro viaje, descubrimos que cada rincón del mundo se convierte en un lienzo que nos invita a pintar nuestra propia narrativa. Las calles adoquinadas de ciudades antiguas y los majestuosos paisajes naturales se convierten en espejos que reflejan nuestras emociones y pensamientos más profundos. El viaje, entendido como una exploración interna y externa, se convierte en una poderosa herramienta de transformación personal. Cada experiencia, ya sea en las bulliciosas calles de una metrópoli o en la tranquilidad de la naturaleza, nos presenta oportunidades para crecer, aprender y evolucionar. Integrando la conciencia en cada paso A medida que ampliamos nuestra comprensión del viaje, nos damos cuenta de la importancia de la conciencia en cada paso que damos. No se trata solo de llegar a un destino físico, sino de adentrarse en el viaje con una mente abierta y receptiva. La conciencia nos permite apreciar plenamente cada experiencia, conectándonos con el mundo exterior e interior de manera más profunda. La palabra «viaje» va más allá de la simple acción de moverse de un lugar a otro. Es una oportunidad para sumergirse en el vasto paisaje de nuestro propio ser, descubriendo que cada viaje es una travesía tanto externa como interna.